AVISO: ¡Esta crítica puede contener Spoilers!
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Somos caminantes errantes de París, bajo La noche estrellada. Este bello film nos lleva a conocer los años dorados por los que el país galo ha pasado, mediante la concepción de una perspectiva histórica presente-pasado.
Cautivadores sus preciosos parajes, filmados con gran detalle, Woody Allen nos hace constatar mediante el lenguaje cinematográfico (más implícito) y con los propios diálogos de los personajes (más explícito) su amor por París, así como sus convicciones ideológicas, personificadas en el protagonista, Gil.
La variedad temática del film hace tremendamente variopinta la susodicha; aunque quizá se resalta la concepción de la sociedad mediante la cual se plantea que cualquier tiempo fue mejor, a la vez que el inconformismo de la sociedad con su propia época en la que habita.
Quizás algo curioso son todos los personajes que se van apareciendo a Gil, quizá por influencia directa a Allen o simplemente, porque la vida de los propios personajes puede tener semejanzas con la suya; vemos así a Picasso, Hemingway, Gaugain, Fitzer, Buñuel y un graciosísimo Dalí (interpretado por un genialísimo Adrien Brody) entre otros que nos hacen un boceto de la sociedad parisina de los años 20.
Con una música de Bechet, Porter, Baker u Offenbach entre otros, el film nos seduce, haciéndonos ver París como una ciudad sensual, hermosa, donde la lluvia acompaña la melodía y el romanticismo lugareño.
Sin lugar a dudas, un filme SUBLIME, excelente.
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